15 Jul
15Jul

Por Alex Robledo 

Desde que se estrenó Thor (2011), y con el pasar de las películas —The Avengers (2012), Thor: The Dark World (2013), y Thor: Ragnarok (2017)—, el personaje de Loki, con su presencia y su carisma, cortesía de Tom Hiddleston, además de su interesante arco narrativo, lo posicionaron como uno de los favoritos entre los fanáticos del vasto universo cinematográfico de Marvel. 

Mejor conocido por lo predecibilidad de su imprevisibilidad, “el Dios de las travesuras” se ha empeñado en traicionar a su familia, amigos, y alianzas para beneficio propio, y aunque en Ragnarok se le otorga la oportunidad de crecer y abrir la puerta para un posible cambio, sus acciones lo asesinaron a manos de Thanos en el prólogo de Avengers: Infinity War (2018). 

El suspenso de su muerte duró un año. A pesar de que pensamos que sería lo último que veríamos de él, vaya sorpresa el atraco del tiempo en Avengers: Endgame (2019) que regresa al clímax de la primera película (2012) y que esa versión —aún malvada— se roba el Teseracto (el cubo azul) y a partir de allí obtendría su propio programa situado en otra línea temporal. 

Loki, en Disney Plus, inicia con el hurto cósmico y lleva al personaje a un desierto donde pretende gobernar el planeta. Antes de poder comunicarse con los nativos, un portal aparece y un escuadrón de la Autoridad de Variación Temporal (TVA) lo arresta por sus crímenes contra la “Sagrada Línea del Tiempo” —custodiada por los Guardianes del Tiempo para evitar una guerra multiversal— y restablecen esa ramificación temporal.

Al momento de ser sentenciado, Mobius M. Mobius, un agente de la TVA, salva a Loki porque cree que puede ser útil para atrapar a una amenaza que acecha a la organización burocrática en distintas temporalidades.

Con esta interesante premisa, arranca un viaje sin retorno: tras conocer el destino que le depararía a su yo original, y de cuestionarse su “glorioso propósito”, Loki accede a ayudar a la TVA, no sin antes mantener a salvo sus propios intereses y enterarse de que es una “variante” —alguien que se desvía del flujo temporal original sagrado—. 

Mobius revela que la amenaza es otra versión de Loki y quién mejor que él para encargarse de rastrearla. Conforme se delimitan esos objetivos, el misterio de la TVA crece y crece, porque todos parecen saber más —o menos— de lo que aparentan, fijando un primer gancho que mantiene pendiente a la audiencia. 

A lo largo de sus seis episodios, la serie salta entre géneros: lo que inicia como una buddy cop por la relación de Loki y Mobius —apoyada por la gran química entre Tom Hiddleston y Owen Wilson—, se convierte en una pieza de ciencia ficción —debido a los conceptos temporales y a los escenarios cataclísmicos—, que se permite explorar, en medio del caos, un ángulo de romance respecto al personaje. 

Tras descubrir ciertas irregularidades sobre la TVA, Loki conoce y entabla una tregua con su otra versión, Sylvie, y juntos se proponen derrocar a la institución. Esta relación, primeramente antagónica, pronto se vuelve íntima y se posiciona como el corazón narrativo. 

A pesar de sus apariciones pasadas, el “borrón y cuenta nueva” de Loki se siente efectivo porque, al centrarse en su propio viaje, puede crecer en un lapso de cinco horas de metraje. Sí, literalmente se enamora de Sylvie, otra versión suya, y aunque peque del narcisismo —después de todo es un programa sobre Loki—, he ahí la clave que le proporciona humanidad: el amor propio y la autorrealización. Por ello, funciona como la primera historia de amor que este Loki puede obtener para enfrentarse a esos sentimientos de los que tanto ha huido. 

Si la locura está presente desde el inicio, durante el desarrollo ocurren otros hechos que aportan a la diversión y al fomento de las teorías de conspiración: ¿qué vuelve Loki a un Loki?, ¿qué esconde Miss Minutes?, ¿quiénes son los Guardianes del Tiempo?, ¿quién controla realmente el flujo temporal?, ¿qué implican el resto de las variantes de Loki?, ¿las volveremos a ver?, ¿cuál es el fin último de la verdadera amenaza?

Estas preguntas, bien se respondan, son solo la superficie del misterio que rodea a la serie. El final —sin ahondar en él para quienes no lo han visto— ha cambiado todo lo que creíamos saber del MCU puesto que su impacto sienta las bases para el próximo evento cinematográfico. Si el peligro de Thanos tardó 23 películas, a lo largo de 12 años, para resolverse, lo que sea que se aproxime tendrá que contar con el tiempo necesario —recién se confirmó la segunda temporada— para esa inevitable e intrigante exploración de otras facetas del multiverso. 

Para todo el tiempo, siempre. 

Comentarios
* No se publicará la dirección de correo electrónico en el sitio web.