29 Jun
29Jun

Por Alex Robledo

En Dispersa, a propósito del mes del orgullo, revisamos la presencia LGBTTTIQ en nuestra cinematografía nacional. Aunque se pueden leer como recomendaciones —hay varias imperdibles—, este listado es una reflexión sobre el camino que queda por recorrer y del espejo narrativo que es el cine.

El lugar sin límites (Arturo Ripstein, 1978) 

Con la distinción del primer beso homosexual en la historia del cine mexicano, este filme, basado en la novela homónima de José Donoso, habla sobre las manifestaciones del deseo, no sin antes mostrar la desgarradora realidad de nuestro país mediante La Manuela, una travesti dueña de un prostíbulo, que defiende su dignidad en un espacio marcado por la represión sexual.

Doña Herlinda y su hijo (Jaime Humberto Hermosillo, 1985)

Proponiendo otra mirada sobre el estereotipo homosexual, esta película, basada en el cuento de Jorge López Páez, muestra una comedia acerca de una madre sobreprotectora que conoce la identidad y las relaciones de su hijo, aunque no deja de presentarle mujeres porque quiere un nieto. Entre estos enredos, se llega a un acuerdo que satisface los deseos de ambos.

Y tu mamá también (Alfonso Cuarón, 2001)

Con la excusa de un viaje a una playa ficticia para impresionar a una mujer mayor, dos jóvenes amigos descubren varias cosas sobre la vida y sobre ellos mismos. Aquí, Cuarón analiza la híper masculinidad, sugiriendo que debajo de esa imposición existe un homoerotismo reprimido, cuyos personajes se permiten sentir en la utopia marítima. 

Todo el mundo tiene a alguien menos yo (Raúl Fuentes, 2011)

Con un estilo que recuerda al cine francés de los años 50; en su ópera prima, el director retrata la historia de Alejandra, una mujer joven que conoce a María, una estudiante de preparatoria. En lugar de analizar el amor romántico, la cinta explora las problemáticas cotidianas que ocurren en cualquier dinámica de pareja desde ambas perspectivas. 

Carmín tropical (Rigoberto Perezcano, 2014)

Un film noir que cuenta un regreso, el de Mabel a su pueblo en Oaxaca para investigar el asesinato de su amiga Daniela. La historia da protagonismo a los muxes —el tercer sexo en la cultura zapoteca, personas con genitales masculinos que adoptan un rol femenino en su comunidad— para tejer la originalidad de su propuesta e innovar un género que, no solo en el cine mexicano, rara vez se despega de sus comodidades.

Cindy la Regia (Catalina Aguilar Mastretta, Santiago Limón, 2019)

Basada en la tira cómica homónima, sigue las aventuras de Cindy después de abandonar Monterrey para relocalizarse en la Ciudad de México y descubrir otras alternativas sobre su vida y su talento. La película presenta al personaje de Angie, prima de la protagonista, como una chica lesbiana, quien tiene su propia historia de amor que resolver con su novia Rox, quien sigue en el clóset. Poco a poco, esta subtrama ocupa el lugar principal tras un lío ocasionado por Cindy. Sin las burlas ni los estereotipos de la clásica romcom taquillera mexicana. 

El baile de los 41 (David Pablos, 2020) 

Basada en un escándalo del México prerrevolucionario: durante una redada policial se detuvo a un grupo de hombres —algunos travestidos— que organizaban una fiesta con importantes figuras políticas, entre ellas el yerno de Porfirio Díaz. Más de 100 años después nada ha cambiado, ese México homofóbico que humilló y sancionó a 41 hombres sigue presente; presente en la forma de ser, amar y vivir libremente. 

Estas películas demuestran que todavía existen infinidad de historias por contar; si bien nuestra representación, en su mayoría, ya recibe el trato de ser humano en el cine nacional, debemos dar oportunidad a la diversidad de voces y apoyar el buen contenido, ello como reflejo de quienes están al frente y detrás de la cámara. 

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