Por Alex Robledo
Desde que existe el cine, han existido las secuelas. El horror no es la excepción, pues lo que se supone dura una noche puede extenderse por décadas. Ocasionalmente, hay una que otra película a la par —si no es que mejor— que sus predecesoras, una narrativa que se atreve a llevar su mitología a lugares interesantes, además de ciertas entradas desconocidas para un público dispuesto a navegar sus entrañas. A continuación, un clavado a las mejores e infravaloradas cintas de las franquicias más reconocidas del género:
Viernes 13, 3ra parte (1982)
Mejor conocida por ser la película en la que Jason obtiene su icónica máscara de hockey y por innovar el cine 3D —aquel de los lentes bicolor y los objetos en tu cara—, la tercera parte aumenta la dosis del absurdo y lo que justo se espera de su contexto ochentero.
Halloween III: Noche de brujas (1982)
La tercera entrega utiliza el concepto que el director John Carpenter planteó originalmente para la saga: una antología situada alrededor del día festivo. Por ende, ignora el slasher y se convierte en una horror sci-fi con temas de magia negra y tecnología. La trama consiste en un sacrificio infantil por parte de Silver Shamrock, una manufacturera irlandesa de máscaras.
Salvo un cameo vocal de Jamie Lee Curtis —la scream queen original— y un momento que sugiere que los eventos de Halloween (1978) son una película dentro de esta película, no hay más referencias al mayor universo. Cosa que en su momento enfureció a los fans, y que ahora el tiempo le ha dado una mejor valoración.
¿Puede una franquicia de terror continuar sin su villano principal? Aparentemente no, porque trajeron de vuelta a Michael Myers para las siguientes películas.
Masacre en Texas 2 (1986)
Muchas personas creen que Masacre en Texas (1974) es una película sangrienta. Tan efectivo y grotesco fue su diseño de producción que la historia la recuerda como tal, a pesar de que su secuela es todavía más brutal.
El director Tobe Hooper plantea un cine gore que nos permite entrar a esa atmósfera sucia y desquiciada; a la par que se ignora el tono semidocumental de su predecesora para establecer otra dinámica entre Leatherface y su familia. Hoy es un clásico de culto por su contexto ochentero; es pésima, pero también divertida por sus actuaciones exageradas, la comedia oscura, y su interesante descenso al infierno caníbal.
El exorcista III (1990)
Tan aterradora como su primera parte y digna merecedora del mejor jumpscare en la historia del cine, Legión —su título original— no sigue la fórmula de la posesión satánica. Al contrario, es un thriller policial que sigue la pista de un asesino serial dentro de un psiquiátrico; protagonizada por el padre Karras y el detective Kinderman para establecer una suerte de continuidad con la mitología original. Interesantemente, fue una película que se adelantaría a la moda noventera del psycho thriller (Silencio de los inocentes, Seven) y que también dejaría un legado en la construcción de la serie procedimental por excelencia: Expedientes secretos X, con un tono aún más crudo y turbio.
La pesadilla de Wes Craven (1994)
Un género cinematográfico que me ha llamado la atención es el metacine: aquel que informa a la audiencia que se está haciendo una película o bien, aquel que se burla de ciertos aspectos contenidos de un género.
Tras dirigir Pesadilla en la calle del infierno(1984) y cansado de ver a Freddy Krueger como el ícono cómico que las secuelas reinventaron, Wes Craven propone revisitar al asesino del guante con garras con el giro de que escapa al mundo real. ¿Cómo? El cineasta quiere dirigir otra película de Pesadilla pero él y sus actores se dan cuenta que las cintas anteriores liberaron una entidad maligna que tomó la forma de Freddy y quiere asesinarlos. Entonces, Craven se dirige dirigiendo a los actores mientras ellos actúan actuando la nueva película para finalmente vencerlo. Un concepto que precede lo que veríamos posteriormente en Scream (1996).
Psicosis (1998)
Hay un disgusto por este remake de una película clásica e importante puesto que Anne Heche y Vince Vaughn no necesariamente llenan los zapatos de Janet Leigh y Anthony Perkins y porque Gus Van Sant no es Alfred Hitchcock. Esencialmente es el mismo filme, actualizado en los 90, a color y no tanto plano por plano como su mercadotecnia sugiere.
Esta versión es un experimento fascinante e interesante; su mera existencia replantea la sacralidad de los clásicos: ¿en verdad son intocables?, ¿quién lo decide?
Se cuestiona nuestro rol activo como espectadores porque más allá del ritual de consumo, Van Sant y compañía saben que sabemos lo qué pasará puesto que somos las audiencias quienes construimos el significado de una película.
Destino final 5 (2011)
La franquicia que hizo que contáramos las maneras en que nuestra casa puede ser una trampa mortal, recicló su trama en cada película: una repentina y elaborada premonición de muerte, seguida de muertes todavía más graciosas. Ahora, en un puente colgante y con mejores efectos visuales, se aprovecha el 3D para una experiencia inmersiva cuyo final —una manera de decir gracias al espectador— la convierte en la mejor y más disfrutable de su estilo.
Annabelle 3: Viene a casa (2019)
Muchas personas no le encuentran el sentido a tantas películas de El conjuro y a pesar de que ya son una excusa para hacer más dinero, el tercer spin-off de la muñeca maldita presentó otro estilo narrativo.
La acción se desencadena cuando los demonólogos dejan a su hija en casa con la niñera y les advierten de los objetos peligrosos que residen en el sótano; dicho y hecho, ignoran las precauciones y son atacadas por diferentes espíritus malignos.A pesar de ser terror juvenil, la cinta divierte por la combinación de Avengers con Scooby-Doo, un respiro de la tensión injustificable del mayor universo.
Aunque falta mucho para octubre, pueden ir armando sus listas y acercarse a las alternativas que estas franquicias tienen que ofrecer; no se arrepentirán con la búsqueda de su siguiente película de horror favorita.