08 Jun
08Jun

Por Jimena Rodríguez 

Para muchos de nosotros la literatura juvenil fue o ha sido un punto clave en nuestra experiencia como lectores y nuestro gusto por leer, es por eso que el ver a la comunidad LGBTTTQI+ representada en libros que van dirigidos a jóvenes lectores, ha sido un parteaguas para la visibilidad de la comunidad. 

A pesar de que muchos consideran Spring Fire de Marijane Meaker como el libro que sentó las bases para la representación queer dentro de la literatura juvenil en 1952, no fue hasta 1969 que el primer libro YA (young adult) con representación queer fue publicado. Durante esta época, la homosexualidad seguía siendo considerada una enfermedad mental e incluso se consideraba una amenaza.

Claramente la visibilidad y aceptación de la comunidad queer en la sociedad ha evolucionado bastante en las últimas décadas. De igual manera durante este mismo periodo de tiempo la cantidad de libros YA también ha crecido bastante, pasando de difícilmente un libro por año durante los 70s, a 7 por año en los 90s, a más de 50 libros o más por año actualmente. 

Aunque para muchos adultos, la literatura juvenil no es “literatura de verdad”, los libros YA son un lente importante para poder examinar los cambios que ocurren en nuestra sociedad. Debido a que la literatura juvenil va dirigido a generaciones más jóvenes, lo que vemos reflejado en estos libros, es la manera en la que nuestro mundo ha cambiado, es por eso que para la comunidad LGBTTTQI+, el aumento de personajes queer es un reflejo directo de cómo son percibidos hoy en día.

En 1967 la publicación del libro The Outsiders por S.E. Hinton, fue la novela representante de una nueva ola dentro de la literatura juvenil de ficción, debido a su constante acercamiento a los problemas que vivían los jóvenes en ese entonces,  como lo fueron las protestas de Stonewall, las cuales desataron una nueva ola de activismo LGBT+.

I’ll Get There de John Donovan, también considerado como el primer libro YA gay, fue el blueprint para muchos libros que le prosiguieron, siguiendo una tendencia en la cual el personaje queer o alguno de sus seres queridos sufre de alguna tragedia, así como la representación de relaciones esporádicas las cuales eran seguidas por la vergüenza y secretismo de la relación. 

Uno de los libros en romper esta idea y tendencia, fue el libro Annie on My Mind de Nancy Garden, en el cual no solo la pareja sobrevive al final, sino que su amor también perdura, convirtiéndolo así en uno de los primeros libros YA queer en tener un final feliz.

Annie on My Mind en su momento fue sumamente baneado, se prohibió en varias escuelas, e inclusos sus ejemplares fueron quemados en la entrada de escuelas con el fin de que dicho libro fuera prohibido. Al final, por miedo a una mayor controversia, el libro fue retirado de todas las escuelas, acción la cual terminó en la corte y finalmente giró a favor del libro y de sus seguidores. 

Para 1992, un total de 60 libros YA queer habían sido publicados; sin embargo, cabe recalcar que muchos de esos libros estaban más inclinados a solo la parte LGB de la comunidad, dejando de lado al resto de sexualidades que entran dentro del término queer. 

La literatura juvenil queer de los 90s no solo se centraba en una pequeña parte del espectro queer, sino que también en su mayoría eran historias protagonizadas por personajes blancos. Dentro de los 60 libros que se habían publicado para 1992, solo 3 de ellos tenian un protagonista de color.

A pesar de que los protagonistas de color se emepezaron a dar a la alza a partir de la publicación de libros como The Necessary Hunger por Nina Revoyr y The House You Pass on the Way por Jacqueline Woodson, la representación dentro de la literatura juvenil queer sigue siendo bastante desproporcional. 

El color no es lo único desproporcional dentro de este tipo de literatura, las historias protagonizadas por hombres cis, es bastante mayor a aquellas historias protagonizadas por mujeres cis, teniendo un ratio de 4:1 durante los 90s y de 2:1 actualmente. Y ni se hable de la comunidad trans en la literatura YA, ya que no fue visibilizada hasta el 2004 con el libro Luna de la autora Julie Anne Peters. 

Aunque a un paso muy lento, la literatura YA se ha expandido al resto de letras del acrónimo, así como a tener más protagonistas de color, esto gracias al éxito que este tipo de historias han tenido con el paso del tiempo, ya que antes a los editores, les daba miedo promocionar este tipo de historias debido a la incertudumbre del éxito que podían llegar a tener; sin embargo, con el paso del tiempo y con los cambios en nuestra sociedad, el ver y exigir historias con representación ya no es tan complicado como hace unas décadas.

Definitivamente a la literatura juvenil le queda mucho camino por recorrer, pero hay que reconocer que después de años de libros baneados y estigmatizados, la literatura juvenil queer, está reflejando de una manera más amplia las situaciones en las que viven los jóvenes hoy en día de una manera más inclusiva y amplia.

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