Por Jimena Barrantes
Como cada año, las mujeres nos levantamos con pancarta en mano y lucha en el corazón para exigir justicia por las víctimas de feminicidio y violencia sexual. Cerca de 15 mil mujeres se juntaron en la renombrada Glorieta de los Desaparecidos en Guadalajara para comenzar la marcha en dirección a La Antimonumenta, una intervención erguida para recordar a todas aquellas que ya no podrán marchar con nosotras.
El viento sopla fuerte. Los tambores resuenan. Los gritos aumentan. El sol quema. Son las 5:30 en el reloj. El único ruido alrededor es el de las suelas contra el pavimento y los gritos haciendo eco en el cielo. En todas direcciones pareces nadar entre una marea verde y violeta, pero esta marea no ahoga, te eleva.
“¡Alerta!¡Alerta!¡Alerta! Que camina la lucha feminista por America Latina.” Cada consigna llena el pecho y quema la garganta. Pasas por miles de carteles exigiendo justicia, denunciando a su violador, buscando a su amiga, a su madre, a su hermana; a aquella que nos faltó. Los balcones de los negocios y casas del centro se llenan de dos tipos de personas: mujeres con pañuelo en alto, y espectadores con cámara en alto. Hombre y mujeres se asoman a la calle para captar el momento. “¡No es desfile!¡Es protesta!” se escucha por doquier. Un simple llamado a quienes solo prestan ojo, pero no ven más allá del ruido.
No se hicieron faltar los hombres intentando en vano alzar sus voces para callar los gritos. Desde piropos, hasta insultos, o simples gritos de desaprobación, las combatientes se abren paso entre el rechazo y continúan caminando hasta la meta. Crees que todo es para nada, que igual no va a cambiar la actitud de la gente, pero entonces ves a una niña, no mayor de 10 años, con un simple, pero fuerte, mensaje: “LAS NIÑAS NO SE TOCAN”. La siguiente generación ya se encuentra entre nosotras, aún no tienen fuerza para sostener nuestras espaldas, pero ya cargan con el legado que algún día será de ellas
Ya no sabes cuanto llevas marchando. El sol hace rato ha dejado de acompañarnos. La luna se une a la marcha y le brinda un poco de luz a quienes buscan compañía. Te tiemblan las piernas y el alma. El cuerpo resiente los brincos, los pasos, y el dolor del corazón. La marcha se detiene. Los puños al aire. El aroma a pintura inunda la nariz y el humo de colores nubla la vista. Suena música, baile, y un volátil sentimiento de victoria.
La marcha terminó, tienes el privilegio de regresar a casa, recordando que cada día hay miles que no lo hacen.